Luego de una semana de inactividad, vuelvo a la carga inspirada por una nota por demás desalentadora: México ocupa el primer luegar en obesidad y sobre peso infantil, lo anterior me recuerda cuán difícil es crecer siendo "diferente".
A propósito de pequeños vientres abultados y caras regordetas que asemejan a nuestros vecinos de occidente por aquello de los ojos razgados, no recuerdo una etapa de mi vida en la que no padecí persecución por ser obesa, ni de preadolescente cuando empezó mi problema a acenturase, ni de adolescente que lo sufrí de manera muy intensa, ya ni hablar cuando adulta, las personas, todas por igual, suelen ser muy crueles y no distinguen a ese yo interior que resiente y aprehende para quizás jamás desembarazarse de los señalamientos, los apodos, los desprecios. Entender que cada persona odia en otros lo que más aborrece de sí misma me tomó mucho tiempo, siempre lamenté con amargura por qué a mi me pasaba esto, por qué las personas, sin importar que fueran cercanas, me lastimaban con su trato despectivo o sus comentarios punzo cortantes. En terapia psicpológica y posteriormente en el grupo al que asisto tomé conciencia de lo dañadas que estaban también aquellas personas que no me concebían como "perfecta", aquellas que me hacían blanco de sus burlas o de su desprecio, me quedó claro que yo tenía un problema con mi forma de comer, que mi metabolismo no me ayudaba como a otros que por más que coman no engordan, me di perfecta cuenta que hay personas que están obesas del alma, que no tienen tacto por una razón bien "flaca", están enfermas también, padcían, padecen, trastornos distintos al mío, traumas, complejos, sentimientos de inferioridad, de marginación producto de otros defectos, algunos de ellos que no son visibles, pero que casi se palpan.
Unas padecen de inconciencia, mientras que otras sufren de una indiferencia tan recalcitrante que duele. Esas personas, tanto más enfermas que yo, contribuyeron a que pasara la más cruel de las etapas a las que puede estar expuesto un ser humano, a la etapa de las expectativas jamás cumplidas, de los estereotipos que condenan, circunstancias que calan como el frío más intenso, hasta la médula de los huesos.
Tuve que pasar por episodios como aquel en la secundaria en el cual mi "primer amor" tuvo la delicadeza de afirmar que resultaba más fácil "saltarme que rodearme". No puedo describir cuánto me dolió aquel comentario que salía de la boca de quien yo recuerdo como el primer hombre que yo vi con interés romántico a mis 14 años de edad.
Muchos años tuvieron que pasar para que yo comprendiera que no era la única que sufría, aquel primer amor tenía sus propios traumas, y bastante acentuados.
Con el paso de los años, como consecuencia de mi búsqueda de "exorcisar" cada uno de esos demonios que no me permitían liberarme de los estigmas, empecé a ver con otros ojos a las personas que en un primer momento me ofendieron; ya no las veía con odio, a partir de que me había dado a la tarea de analizar su comportamiento y su propio bagaje de experiencias personales en el consultorio del psicólogo y posteriormente a partir de la obligada introspección, me obligó a reconocer, como lo dice la biblia misma, "aquel que esté libre de pecado, que aviente la primera piedra", pero traducido a mi experiencia personal "aquel que esté libre de defectos (cualesquiera que estos sean), que se atreva entonces a señalar y burlarse de los míos".
Luego de mucho padecer, reconocí que me hacía daño todo eso, pero como dice la canción; lo lloré, lo enterré y le puse flores, pero también estaba conciente que tenía que ponerle un punto final a esa suceción de historias desafortunadas que se habían salido de proporción a partir de mi extrema sensibilidad.
Entonces aprendí que en la medida que fortaleciera mi convicción de que nadie es perfecto, pero de verdad, NADIE LO ES, aunque lo aparente, aunque finja a la perfección que es perfect@ por donde quiera que se le mire, terminaría por aceptar mi tan lamentada "imperfección".
Así fue, y entonces me di a la tarea de reafirmar mi autoconcepto pero esta vez visto como más benevolencia, ya sin rechazarme, ya sin frustrarme por causa de mi sobrepeso, y entonces, años más adelante puse manos a la obra y el proceso de pérdida de peso se sucedió con inmejorables resultados.
Con todo esto, y con lo dicho por la secretaria de educación a nivel federal, la obesidad en su etapa más temprana se vuelve una epidemia que alcanza la categoría de problema de salud pública, estoy cierta que a partir de esto se acrecentarán los traumas y los complejos para aquellas criaturas que a su corta edad estan presos en un cuerpo que no les gusta, por que no "encaja" en los "cánones de la belleza".
No sin preocupación no me queda más que asumir que a raíz de esto desafortunadamente seguirá habiendo aquel o aquella que se atreven a creerse "perfectos" y que operan con el permiso concedido de antemano por el ofendido que todo se lo cree dada la fragilidad de su autoestima, de ofender sin remordimiento alguno a es@s pequeñ@s, que con mucha dificultad y a causa de un entorno hostil, además de indiferente, seguramente les costará en un futuro no muy lejano mucho trabajo dejar de ser obes@s.
Exactamente como me costó a mi, como posiblemente te cueste a ti, porque desembarazarse de tanto ataque y olvidar cualquier cantidad de ofensas resulta tanto más complejo que ponerse a dieta y cumplir cabalmente con el régimen.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario